jueves, 9 de febrero de 2012

¿Una lata de sardinas para desayunar?


Mira a tu alrededor, no tienes más que recordar todo lo que has estado observando durante este camino. Has recorrido mucha distancia, no has estado solo, todo lo que has visto... Lo que han visto; todas esas ruinas, polvo, ceniza: restos y sombras. Historia de lo que fue. Tú mismo has estado protegiéndote de ese polvo y ceniza, contaminados por el error que cometió la antigua especie dominante; has utilizado mascarillas, trajes, medicamentos, todo por sobrevivir... Pero no has podido huir de la sombra que dejó aquel error, nunca has podido desde aquel día, aquel día que viste como todo lo que conocías moría, todo a tu alrededor. Tus familiares, tus amigos, tus conocidos, todos. Sólo viven en tu recuerdo, ellos están muertos, al igual que tú. Todos morimos con aquella luz cegadora; aunque te muevas, aunque comas o respires, sabes que estás muerto, siempre lo supiste durante todo este tiempo; mira tu cuerpo, quemado, mutilado, con cicatrices, es débil, destrozado por las garras del antiguo mundo, que te persigue, te acecha por las sombras, intenta atraparte... Los recuerdos mantienen vivo tu camino, el viejo asfalto que recorres, mirando todas esas máquinas inservibles del pasado, cómo la gente intentaba huir en ellas antes de que aquella luz los alcanzara... Inútilmente. Sus espíritus se han quedado todavía aquí, entre las ruinas y el polvo radiactivo, atrapados en sus vehículos familiares, camiones o autobuses, con sus esposas o hijos, atrapados en casas, atrapados en marcas sobre las paredes, sus siluetas grabadas a fuego en ladrillos, entre escombros, en los restos de sus viviendas o carreteras, mientras que se abrazaban, era lo último que hacían antes de convertirse en una sombra. Has visto muchos restos de esos inocentes, has visto sus huesos, su núcleo. Es lo único que queda de ellos, lo único que los mantiene en la historia...
Todas esas personas que siguen atrapadas en este nuevo mundo, un mundo donde nunca sale el sol, donde el cielo está cubierto por un mar de nubes grises, un mundo donde no hay color, ni vida, ni sentido. Todo lo que has visto, todo lo que se ha hecho... Lo que se ha permitido... Sólo es producto de animales, no seres que luchan por su ascender en su trabajo; en ese momento no hubo, ni hay, escala evolutiva, ni de especies, ni de seres. Todos somos iguales, todos somos igual de egoístas, autónomos, independientes; queremos recorrer nuestra carretera lo más solos posibles, indagando en los pensamientos, matando a hierro al primero que nos bloquea el camino... Así es cómo es todo ahora, todo es independiente. La cucaracha lucha por su supervivencia, el perro lucha por su supervivencia, el humano lucha por su supervivencia. Todos los seres somos iguales, se han perdido los valores por los que nos diferenciábamos de animales salvajes, diferencia de estar en una jaula, de estar en un bosque, de estar en una charca. Toda autoridad se ha perdido, todo valor, pensamiento, o sentimiento. Se ha perdido todo, ha quedado atrapado en las ruinas que has visto... Esas ruinas negras, grises, blancas, rojas... Teñidas por el polvo, por la goma que todo lo borra, la radiactividad. Tan caliente y acogedora... Pero sé que huyes, tomas medicamentos que se crearon hace años, arriesgándote y confiando la poca vida que te queda en esas... pastillas sintéticas. Te cubres el cuerpo con trajes, gruesos tejidos y gomas que te aíslan de ese calor que te llama, te proteges la cara, la boca, las nariz, los ojos, porque tienes miedo al exterior, a la historia, al nuevo mundo que se ha creado con aquel error fatal... Este nuevo medio ambiente que hemos creado los hombres, un paraje sintético y artificial, que se alimenta de dióxido de carbono, uranio y radiación nuclear. Un medio ambiente que no necesita del sol, ni del agua pura, ni de la vida; sólo la radiación; y ese nuevo ambiente se va quedando con los restos que han quedado de la humanidad, los corrompe y destruye, les arrebata la poca vida que tienen, los mata lentamente o los transforma; gente honrada, que trabajaba en una oficina para dar de comer a su familia... Ahora son personas totalmente diferentes, cambiadas, personas sin escrúpulos que matan al primero que supone una amenaza para su supervivencia.... Porque el nuevo mundo los hunde en el ocaso, y poco a poco, ella va ganando fuerza y poder, una tierra que nos engulle y devora, una tierra que no cuidamos en su momento, y que ahora se adueña por la fuerza de lo que es suyo, y que le quitamos hace años mal tratándola.
Mira a tu alrededor, mira todo lo que se ha hecho, las barbaridades y salvajadas que hemos permitido que hicieran, todo lo que hemos dejado caer sobre las ciudades, sobre las personas, aquellos misiles... Ahora sufre las consecuencias. Todo lo que se hace se paga, aquí nadie ha ganado, todos hemos muerto, hemos pagado por lo que hicimos. Puede que exista alguna persona que consiga su liderazgo, dominar a las masas, a sus esclavos, consiga estar por encima de más gente sin vida que recorren las viejas carreteras montados en sus máquinas híbridas, a esas máquinas que saquean las ruinas. Esas máquinas que comen combustible, que tiene un dueño que se dedica a sembrar el caos y más muerte a su paso, atropellando, quemando, o desollando a supervivientes. Aunque se logren alzar, acabarán corrompiéndose, como todo el mundo, hundiéndose en el ocaso. Nadie sobrevive a ello, nadie. Este medio ambiente asfixiante no se puede borrar, destruir. Es el resultado de todo el sufrimiento que hemos estado dándole a nuestra madre. No la que nos sacó de su vientre, si no la verdadera madre; la naturaleza. Siempre nos dio cobijo, nos albergó mientras crecíamos, evolucionábamos, y así es como se lo hemos devuelto. Ahora recupera lo que es suyo... Nadie puede pararla. Hemos alterado todo lo que ella había creado, lo hemos modificado a nuestro antojo, hemos intentado recrear lo que ella hizo, catastróficamente. Una naturaleza artificial, sintética, como la nieve nuclear que cae, como la lluvia negra que cae del mar de nubes que cubre el cielo, como la nueva tierra que hemos plantado, esa tierra negra, creada a través de la combustión de todos, y de todo. Brisas de aire artificiales, creadas por el colapso de la materia, de la naturaleza, por dióxido de carbono, alimentándose de bosques todavía en combustión, sin que nadie pueda extinguirlos... Todo es artificial, todo ha sido creado por esas bombas, ellas han creado un nuevo mundo, totalmente diferente al que conocíamos. Y se mantendrá vivo, hasta que desaparezca el último ser vivo del planeta. Los materiales, uranio, plutonio, radiactividad, fuego, todo eso que ha sido esparcido por kilómetros y kilómetros, que se ha sembrado en la tierra, en el aire, en el agua, todo eso que fue creado para defendernos los unos a los otros, ahora forman parte de las materias primarias de esta nueva naturaleza. Una sola bomba es capaz de alterar toda la naturaleza terrestre, una sola bomba en el globo; pero nosotros no lanzamos una, lanzamos miles, entre nosotros, animales de una misma especie, animales que sólo nos diferenciaba la distancia a la que estábamos el uno del otro. Nos suicidamos juntos, un baño de sangre mundial, el rojo tiñó el mundo durante mucho tiempo, el fuego lo hizo. La luz, la radiación, el poder del átomo.
Ahora sólo hay más muerte que vida, sólo restos, ruinas olvidadas en la memoria, restos carbonizados del antiguo mundo, aquel que nos llevó al acantilado, y nos despeñó. Todos juntos, sin distinciones, todos caímos por el precipicio, hacia un abismo de fuego y radiación. ¿Cómo un simple mecanismo, una máquina simple, puede llegar a cambiar el rumbo del mundo? ¿Cómo es capaz que el hombre haya podido elaborar algo tan destructivo, e incorporarlo en una cosa tan pequeña? Algo que se creó con el fin de defender de amenazas; el ser humano estaba confuso, por eso se vio así mismo como una amenaza, como el reflejo en un espejo, y se auto asesinó. Sus restos están esparcidos por todos lados, todo lo que has visto, lo que ves, lo que verás; todo eso son sólo restos, restos de lo que una vez el mundo llegó a ser. Todo el trabajo y estudio de miles de personas; destruido. Todos. Los creadores de esas armas de destrucción masiva se arrepentían, lloraban, suplicaban una y otra vez qué habían hecho, ellos habían sido los responsables de aquello, sus mentes inteligentes pero ambiciosas; ellos habían creado la muerte. Una muerte rápida, una muerte que volatiliza mundos, vida, recuerdos, historia, y pone el contador en cero. Hace borrón y cuenta nueva, papel en blanco. Pero nadie tiene el valor de agarrar un lápiz, un bolígrafo... aquel que se atreva, sucumbirá ante las garras del yermo. Para eso fueron diseñadas las bombas, para matar y destruir, para convertirlo todo en recuerdo, polvo y ceniza. Para seguir matando décadas después de que ella desapareciera de la faz de la tierra...

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